De veneno de hormiga a
combustible del futuro: estos investigadores han conseguido convertir CO2 en
ácido fórmico líquido
Para sintetizar por primera vez el ácido fórmico, John Ray tuvo que
machacar miles de hormigas rojas en el pequeño laboratorio portátil que
utilizaba mientras recorría el continente europeo. Era 1671 y aún no sabíamos
que esa sustancia era lo que tenían en sus mandíbulas algunas especies de
hormigas, lo que inyectaban las abejas la picar y uno de los responsables de la
biofertilizacion.
Tampoco sabíamos que servía como combustible. A principios de la década,
se crearon las
primeras pilas de combustible de hidrógeno que usaban el ácido fórmico y, mientras tanto, las primeras pilas
que usaban exclusivamente este ácido empezaban a ver la luz. Hace un par de años, se presentó incluso
el primer
autobús impulsado en
base de este gas capaz de contener casi 1.000 veces la energía del mismo
volumen de hidrógeno.
El problema es que usar ácido fórmico no solucionaba uno de nuestros
grandes problemas con la energía: el CO2. Y es que no tiene sentido
apostar por tecnologías que vuelvan a enfrentarnos al problema de qué
hacemos con sus emisiones. Lo ideal, se decían muchos investigadores, sería
encontrar alguna forma de convertir el CO2 atmosférico en ácido fórmico y así,
al menos, mantener el contador a cero.
Se podía hacer, claro. Pero el ácido fórmico resultante necesitaba
complejos y caros procesos de purificación que, por si fuera poco, consumían
muchísima energía. Era posible, pero no viable. Al menos, hasta ahora.
Preguntas
1.
¿Qué
reflexión le dejo la lectura?